“Lo único peor a no tener
vista es no tener visión”, Hellen Keller
Según un artículo de la
prestigiosa revista Forbes, hoy en día tenemos la aparición de un nuevo tipo de
emprendedor, el emprendedor por vocación.
A diferencia del que
emprende porque no le queda otra, existe el que lo hace porque está en su
genuina intención. Lo hace porque quiere, porque desea dejar huella, porque aun
teniendo una oferta de trabajo prefiere ser el amo de su destino y no tener el
límite definido de un ingreso fijo.
Hay quien diría que “está
en sus genes”. Yo prefiero pensar que se trata de una manifestación del
despertar colectivo de conciencia que estamos experimentando como humanidad.
Hace años que vengo
escribiendo acerca de la destrucción del empleo, del trabajo asalariado, de la
desaparición de lo que se conoce en España como “trabajo por cuenta ajena”. Un
ejemplo más:
Google acaba de mostrar públicamente un vehículo comercial
autodirigido que planea comercializar en 2015. Sin necesidad de conductor, el
prototipo puede moverse libremente y con más confiabilidad que si lo condujese
un humano por cualquier ciudad del mundo, mientras tenga cargados los mapas
correspondientes en su disco duro.
Los más visionarios ya lo
consideran como una opción viable para su uso en taxi público y entrega de
mercancías en grandes ciudades. Como buena máquina que es no se emborracha, no
tiene ausentismo por ningún motivo y habrá una explicación clara e indiscutible
si es que alguna vez falla, lo que es altamente improbable.
Si a los taxistas de
cualquier parte del mundo les preocupa UBER, su peor pesadilla está por llegar.
El cambio es imparable y
el mundo será de los que así lo entiendan y se alegren de ello, en lugar de
sentirse mal por tanto progreso. Es como si hubiese manifestaciones porque la
tierra es plana y hay unos cuantos idiotas que insisten en que es redonda (si
uno vendiese seguros de vida, la opción “llegar al borde de la tierra y caerse
para siempre por un abismo interminable” dejaría de ser válida).
No va a ser fácil, el
mundo está diseñado para los asalariados, no para los emprendedores. Si no lo
crees, trata de conseguir un préstamo para iniciar tu empresa. Es tan absurdo
que lo primero que te piden en cualquier banco son las tres últimas nóminas. O son
retrasados mentales (cosa que no creo) o no te quieren prestar.
Ahora bien, podemos
realizar estudio tras estudio acerca de qué hace emprendedor a cualquier
persona y llegar a conclusiones tan variadas que no es posible hacer un curso
de emprendedores congruente con ellas.
Sin embargo, sí es
posible encontrar algunas características comunes y repetitivas entre los que
han iniciado una idea y la han convertido en una empresa. A mi parecer la más
importante es esta: han usado el presente para trabajar en pos de un “visión de
futuro” entusiasmante.
Y no es una visión de
futuro cualquiera. Sin saberlo, han utilizado la PNL (Programación
Neurolingüísitca) en el diseño de esta visión. Veamos las características de un
visión de futuro, imprescindible para cualquier emprendedor que desee tener
éxito, que ha utilizado a la PNL en su diseño.
1. Una visión de futuro diseñada con PNL es precisa. Define con cierta precisión el alcance de la misma. Este alcance no es conservador ni pequeño. Es ambicioso, retador y pretencioso. Contiene números, datos, fechas, cantidades, lugares, etc. Al fin y al cabo, la visión de Bill Gates no fue diseñar un programa de uso de ordenadores, fue “que cada ordenador del planeta tierra funcione con mi sistema operativo”. Dados los últimos avances en colonización del espacio extraterrestre en el mundo, parece que su visión fue algo conservadora y podemos esperar que para el 2080, el sistema operativo dominante de la galaxia no sea Windows.
2. Las visiones de futuro diseñadas con PNL son grandes, no pequeñas. Cualquier medio experto en PNL sabe la diferencia que hace el tamaño en las imágenes mentales. Imágenes grandes magnifican los sentimientos, mientras que las pequeñas hacen lo opuesto.
3. Las visiones de futuro bien diseñadas se comparten, contagian el entusiasmo y no necesitan convencer a nadie porque la lógica no es tan importante como la emoción que despiertan. De nuevo, aquí la precisión es importante. De hecho, una herramienta muy usada por los partidos políticos para obtener votos es precisamente la ausencia de la precisión. Hablan del cambio (una nominalización), o de “los de la casta” o de “los poderosos”, una mezcla entre nominalización y sustantivo inespecífico, o hablan de “beneficiar a quienes menos tienen”, otro sustantivo inespecífico. Cualquier interpretación ante estas imprecisiones es válida y es por eso que tantas personas se pueden sentir representados por ideas tan imprecisas y vagas. Conozco un país en el que un candidato a presidente estuvo a punto de ganar las elecciones con la frase “por el bien de todos, primero los pobres”.
El punto es que en una
empresa o negocio no se puede ser tan impreciso si se quiere compartir la
visión, es decir, a dónde vamos como organización. Es necesario que las
personas que integran la organización tengan una idea o conocimiento preciso de
ese maravilloso lugar al que nos dirigimos.
4. Las visiones de futuro
diseñadas con PNL están pensadas en no asociar alegría o entusiasmo con
alcanzar la visión, el objetivo de futuro. Parece paradójico pero el disfrute
está en perseguirla, no en alcanzarla. Es el viaje, no el camino el que da la
felicidad.
Ningún gran líder se ha confundido en este sentido, es decir, no han
permitido que lo bueno se quede hasta el logro de los resultados buscados, no;
han disfrutado cada centímetro del camino que han seguido para alcanzar la
visión.
Esto es lo que realmente se contagia y no ninguna otra cosa. En mi
concepto, no es posible contagiar alegría de futuro, solo la alegría y el
entusiasmo que se siente en este momento se puede contagiar, y es ese
entusiasmo el que hace posible los grandes logros. Y, ¿en qué sentido ayuda la
PNl a este propósito? Muy sencillo. La PNL es la herramienta más poderosa que
conozco (legal, por supuesto) para dominar las emociones y permitir sentirnos
bien a voluntad cuando sea que deseemos sentirnos bien.
Joel Barker, el
futurista, director de cine y creador del concepto “paradigma”, en 1990 creó
una película que tituló “El poder de una visión” en la que expresaba que sólo
una visión de futuro había permitido a los egipcios, griegos o romanos
conquistar los reinos que conquistaron y expandirse hasta convertirse en las
civilizaciones más dominantes de su tiempo.
En la actualidad, son incontables
las personalidades que recomiendan usar cada día algunos minutos para
dedicarlos a pensar en esa visión de futuro poderosa y convincente, como si ya
estuviera presente hoy en día, como si el tiempo fuera únicamente una barrera
de la percepción pero no de la realidad.
El reto es saber vivir en
el momento presente, el ahora, creando una visión de futuro, el mañana. Tal vez
la mejor explicación la lei hace años de un catedrático de Harvard del que no
recuerdo el nombre que mencionaba en el susodicho artículo que las visiones de
futuro eran imprescindibles para cualquier empresa que desease triunfar en el
mundo actual.
Al mismo tiempo, a lo
largo del artículo mencionaba que las metas y objetivos, una dimensión importantísima
de las visiones, se definían sin verdaderas pretensiones de ser cumplidas. “¿Cómo?”,
pensé yo en ese momento. “¿Una meta que no se espera que sea cumplida? Así no
funciona el mundo de los negocios”, terminaba mentalmente mi pensamiento.
El autor del artículo
comentaba algo que yo ya había experimentado en mi vida como consultor
innumerable cantidad de veces: las metas no se cumplen nunca; o se sobrepasan
(y nadie sabe por qué) o no se alcanzan (y todos saben por qué). ¿Entonces,
para qué poner metas y objetivos? Es posible que usted se haga esta pregunta en
este momento. Estamos tan inmersos en el mundo de los objetivos numéricos que
nunca nos cuestionamos su existencia o necesidad.
No me malentienda, soy un
firme precursor de un establecimiento de objetivos consistente, retador y
sistemático para todos los integrantes de cualquier organización. Pero ese
artículo en cuestión me brindó ese día una comprensión de cómo unir el presente
y el mañana en la vida humana y empresarial que transformó mi experiencia de
vida para siempre.
El autor, en una rasgo de sabiduría extraordinaria, a mi
parecer, decía: “Las metas, objetivos y
visiones de futuro tienen un solo propósito: definir lo que vamos a hacer hoy”.
Me pongo metas para definir mi hoy y mi ahora. Sin objetivos, sin visión de
futuro, no tendría manera de saber qué hacer con mi momento más precioso, el
ahora. De hecho, el único de que disponemos.
¿Cómo se ve usted mismo
en los próximos cinco años, diez años? Hágase esta pregunta y no consulte con
una pitonisa ni un adivino, pues esto es precisamente lo contrario de construir
un futuro. NO trate de predecir ni adivinar, sólo diseñe su futuro. Imagínelo
exactamente como lo desea y vívalo una y otra vez, hasta que sea realidad.
Descubrirá que para esto no hace falta la vista y que, si la vida se lo permite
viviendo muchos años más, tener la visión habrá sido más importante que ver.
Piense en ello.
Francisco Cáceres Senn
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