martes, 18 de agosto de 2020

Se emborrachan a mis costillas, parte 2

 

En el episodio anterior…

Una reunión en el restaurante de un hotel para descubrir las áreas de oportunidad en la gestión de la cadena de hoteles a su dueño, en torno a unas exquisitas, aunque de origen cuestionable, puntas de filete al chipotle.

El ambiente se iba caldeando ante la inminente revelación de áreas de oportunidad de los hoteles, razón principal de la reunión. Aunque algunas personas, de ego grande y descontrolado, no aceptan estos comentarios con amabilidad y apertura, yo pensaba que Juan reaccionaría diferente y estaría atento a mis hallazgos con entusiasmo, ese entusiasmo del que sabe y acepta que todo se puede siempre hacer mejor.

Sin embargo, decidí aplicar la técnica llamada vacunación antes de empezar a hablar. Le dije “Juan, como exitoso empresario que eres sabrás perfectamente que las cosas negativas que te voy a contar en realidad son positivas porque te muestran cómo ganar más dinero todavía en tus hoteles, ¿verdad? Finalmente, no me tienes aquí para contarte todas las cosas que hacen bien, y que ya conoces. Eso sería una pérdida de tiempo, ¿estás de acuerdo?”.

“Así es – asintió Juan enfáticamente- en realidad espero que hayas encontrado muchas cosas que mejorar”. Su respuesta era, después de todo, más que predecible. Todavía no conozco a nadie que esté dispuesto a afirmar y defender la obscura idea de que nada puede mejorarse. Nunca he encontrado a alguien de estos niveles de poder decirme “En verdad que no me interesa qué se puede hacer mejor. Te invité a desayunar solo para hacer crecer un poco más a mi ego y que me cuentes lo maravillosos que somos”. Improbable que esto ocurra.

Así que, con el campo abonado, decidí que podíamos empezar a revisar los hallazgos de la semana anterior y empezar a plantar la semilla del cambio en la empresa, porque, como todo buen consultor sabe, si queremos que la empresa cambie el primero que tiene que cambiar es el dueño.


La reunión se prolongó mucho más allá del desayuno por lo que, en aras de ser breve solo resumiré los aspectos de mejora que compartía esa mañana:

·        Las reglas de conducta (horas de entrada, de salida, uniformes) no estaban siendo respetadas por el personal y los gerentes no estaban reforzando su cumplimiento.

·        Los gerentes y supervisores no realizaban supervisión del trabajo, Simplemente reaccionaban, generalmente tarde, cuando algún problema surgía. Claro, siempre y cuando se enterasen del problema.

·        Las quejas de los clientes no estaban llegando oportunamente a la dirección del hotel. Estaban siendo filtradas por el personal de recepción.

·        Las camaristas no realizaban las limpiezas de las habitaciones siguiendo los estándares establecidos. Con frecuencia usaban toallas limpias para limpiar los baños, no dejaban las amenities (palabra anglosajona que hace referencia a dotaciones de jabón, champú o pasta dental que algunos hoteles proporcionan para comodidad de los huéspedes) en las habitaciones dando mala imagen y el papel higiénico era también utilizado para secar porque “seca mejor que nada”, según comentarios de las mismas camaristas. Además, tardaban en exceso en las limpiezas con lo que se incurría en tiempo extra innecesario.

·        En el servicio de alimentos y bebidas a las habitaciones los huéspedes se quejan de que los camareros les piden propina aun cuando la propina viene ya en el recibo.

·        Los empleados desperdician al menos el 50% de su tiempo en ineficiencias, retrabajos o pérdidas obvias de tiempo.

·        Y en los centros de alimentos y bebidas…

Y aquí entonces Juan me interrumpió amablemente y me dijo “Espera, que ahora llamo al gerente de alimentos para que te escuche”.

“No”, exclamé, “por favor no. En todo caso primero te lo cuento a ti y luego vemos como se lo contamos a él, porque si me escucha se va a poner defensivo, va a creer que le estás echando la culpa y va a dejar de apoyar el proceso de cambio. Mario no es culpable de lo que está pasando. Es responsable pero no culpable”.

“Verás -me dijo Juan con cara de preocupación-. Tengo la impresión de que se emborrachan a mis costillas en este hotel”.

“No es una impresión solamente”, comenté con firmeza. “Yo te puedo asegurar que así es la situación. La mayoría de lo que se vende no llega a tus bolsillos porque es robado. Pero se puede solucionar”, terminé mi frase como un torero pasa el capote victorioso a un toro que acaba de embestir, pero no acierta.

Como si supiera que estábamos hablando de él, Mario apareció repentinamente, solicitando acompañarnos. La tormenta estaba gestándose y podría convertirse en una tormenta perfecta.

Continuará y terminará en el siguiente episodio.

jueves, 22 de febrero de 2018

La filosofía de las hormigas

"Todo el mundo debería estudiar a las hormigas tienen una extraordinaria y sorprendente filosofía, que se compone de cuatro actitudes ante vida extremadamente poderosas."
Cuando se trata de enseñar a los niños, o inclusive a jóvenes universitarios, utilizo un concepto simple pero muy poderoso que aprendí de Jim Rohn. Jim fue un conferencista profesional y hombre de negocios que expuso sus ideas en más de 60 países del mundo ante audiencias de miles de personas.
      
¿Cuál es este poderoso concepto? Se trata de la filosofía de la hormiga.  Yo creo que todo el mundo debería estudiar a las hormigas.  Tienen una extraordinaria y sorprendente filosofía que se compone de

miércoles, 18 de mayo de 2016

En busca de la felicidad

Cuando preguntamos a un ser humano que qué es lo que quiere de la vida, una de las respuestas más comunes, y al mismo tiempo imprecisas y subjetivas, es la de “ser feliz”.

Por supuesto, yo considero que no es la respuesta adecuada a la pregunta formulada. “Ser feliz” es, en muchas ocasiones, equivalente a “no tengo ni idea”. En otras es un deseo genuino, pero tan impreciso que no habrá manera nunca de experimentar algo siquiera similar a la felicidad.

El problema reside en la expresión “buscar la felicidad”.

martes, 8 de diciembre de 2015

El súper poder de los humanos, parte 2

Continuando con la transcripción y traducción del escrito que encontré, estábamos a punto de que nos revelaran ese súper poder oculto. Continuo con la traducción:

“La semilla divina de grandeza se ve reflejada en los seres humanos a través de su más grande facultad, el deseo. Es el deseo el que dirige todas nuestras acciones e impulsa a cotas sorprendentes nuestra creatividad e ingenio. Es la gran diferencia que existe entre los animales y el hombre. El animal tiene instinto, mientras que el humano usa el deseo para sobreponerse al instinto, que, expresado en libertad, llevaría a cometer actos apasionados o sin sentido. 

Actos que revelarían su más maligno aspecto, como el que provocó la caída del gran Ángel en las eras primigenias (ni idea).

Pero cuando el deseo nace del corazón entonces los humanos son capaces de expresar todo su divino potencial, para gloria y satisfacción del Gran Arquitecto del Universo, y se recrean en la construcción de las más grandiosas obras del mundo.

Se ha interpretado mal la frase Zoroastriana “Tus deseos son órdenes”, imaginando a un Dios cumpliendo los insignificantes, para el cosmos, deseos humanos. Un Deseo en un humano es una orden de Dios para que ese humano cumpla su voluntad, que es expresada en forma de deseo. Ese deseo debe de ser cumplido para el funcionamiento armonioso del Universo, en gloria y gracia para el creador.

¡Ay de aquel que ose no cumplir las semillas del deseo, cuidadosamente plantadas por Dios en la mente de los hombres!

Y para cumplir la voluntad divina, la mente es insuficiente. El deseo mental debe de ir hasta el corazón, convertirse en un sentimiento de necesidad, de saber que, sin el cumplimiento del deseo expresado y sentido, nuestra vida no tiene sentido.

No nos convertimos en aquello en lo que pensamos, lo hacemos en aquello que pensamos con las emociones más intensas posibles. Emociones que sólo pueden salir del deseo.

Ahora bien, el hombre, para convertir sus deseos en realidad, para hacerlo pasar del plano metafísico al plano físico, necesita dominar a los cuatro pecados o vicios de carácter.

Vicio de carácter 1: La disfunción. Es decir que se desea algo, pero no desearlo suficientemente como para poner tu vida en conseguirlo. Es disfuncional no seguir la voluntad divina al no perseguir hasta con tu último aliento si es necesario, aquello que deseas.

Vicio de carácter 2: La diletancia. Mantener de manera prolongada tu enfoque y deseos sobre demasiados al mismo tiempo. Las personas diletantes confunden deseo con capricho y se mantienen en un continuo añadir aparentes deseos sobre los ya existentes.

Vicio de carácter 3: La distracción. El hombre serio en su propósito en cumplir la voluntad divina mantiene su atención enfocada hacia los deseos y cómo manifestarlos. No permite que su atención se desvíe hacia los asuntos mundanos de la sociedad, tales como la política, el ego, la vanidad o la avaricia (parece una lección moral pero yo sí le encuentro mucho sentido a esto).

Vicio de carácter 4: Desistir. Es el cuarto y último pecado ya que desistir es la muerte espiritual y la negación de la divinidad en ti. (No hace falta dar más explicaciones, ¿o sí?)

Porque sabes bien que toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley y el deseo es la causa de…"


Y ya no hay más. No podría, aun queriendo inventar lo que sigue. No sé. Cosas extrañas me han ocurrido desde que encontré este escrito. No creo que todo sea tan fácil como con solo desearlo. Y ya. O, ¿tú que piensas?

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El súper poder de los humanos, según unas cuantas páginas viejas (Parte 1)

No estaba completo. Busqué el resto del libro pero no lo encontré. Sólo esta pequeña parte del mismo, unas cuantas hojas sueltas, pegadas entre sí, pero sin portada ni título. Las hojas, unas 4, contenían unos párrafos en inglés escritos en unas hojas bastante antiguas, gastadas por el tiempo, yo diría como de unos 100 años de antigüedad.

No encontré el autor o el título por ningún lado, pero pudiera ser, sin asegurarlo en modo alguno, que hubiera comprado este libro en Harlem, en una librería cercana al Our Lady of Mercy Hospital en un trabajo de consultoría que hice para esta institución en 1989, y creo, de nuevo sin seguridad, que pudiera ser parte del libro The Master Key System de Charles Haanel. Pero no estoy seguro.  Leí lo que contenían, debo confesar que por primera vez a pesar de haberlo tenido conmigo por tantos años, y me pareció tan interesante y revelador que lo quiero compartir aquí.