Recuerdo hace ya años, haber visto el mural en el que Miguel
Cabrera en 1763 describiese el orden de castas de la sociedad española en
América. En dicho mural aparecen los nombres que se les daba a las personas en
función de las mezclas étnicas efectuadas. En esta sociedad de castas se usaban
nombres como Mestizo, Criollo, Mulato, etc., en un intento por establecer distinciones
y superioridades entre unos y otros seres humanos.
Desde luego, hace quinientos años, al igual que hoy en día,
la mayoría de las personas no alcanzaban a distinguirse entre sí más allá de la
superficie, es decir, no percibían nuestro ser interior. No eran capaces de
reconocer ese mundo de esencia y espiritualidad en el que todos somos
maravillosa y divinamente iguales, a pesar de nuestra individualidad
manifiesta.
Pero volviendo al mural y a las castas hubo una que me llamó
la atención y me hizo gracia. Había un
nivel, una categoría llamada
Saltapatrás. Sin meterme a entrar en definiciones, lo que el nombre quería
decir, palabras más, palabras menos, era que si ya habías alcanzado un
determinado estatus, ¿cómo se te ocurre cruzarte con alguien inferior? Eso es
ir para atrás.
Las sociedades de castas ya no existen en la actualidad, al
menos no como un hecho aceptado de manera abierta y descarada, aunque seguimos
viviendo en la desigualdad y en la discriminación. Lo que sí existe es el
Saltapatrasismo, una experiencia a veces sutil, otras no tanto, que persiste en
la vida de muchas personas y que es avanzar en la vida y, de repente, sin
previo aviso, regresarse varios niveles de evolución.
No todo es Saltapatrasitis, una enfermedad infecciosa y
contagiosa que acompaña movimientos de retroceso personal cargados de altas
dosis de lógica manipulativa. Hay que aprender a distinguir el Saltapatrasismo
de los reveses naturales de la vida. Pongo un ejemplo.
Una quiebra no es necesariamente Saltapatrasismo, si es que
el quebrado, el que lo ha perdido todo, mantiene sus principios de prosperidad
y, eventualmente, recupera lo perdido y más.
¿Qué sí podría ser Saltapatrasismo? Pongo un par de
ejemplos. Un cliente que acababa de comprar el programa 4MD para reprogramación
mental en relación a la prosperidad, me escribe hace algunos días y me comenta
que tenía años siguiéndome, pero que el programa se le hacía inverosímil,
infantil y decepcionante. En base a estas razones me solicitaba la devolución
de su dinero. Si este buen hombre no cree que el 4MD puede reprogramarle, en
realidad no me habla del programa, me habla de sus creencias personales acerca
de sus posibilidades de generar prosperidad. No es que no crea en el programa,
es que no cree en sí mismo o en la posibilidad de cambiar su fortuna.
El programa en cuestión no tenía un solo defecto de
fabricación ni estaba defectuoso en ningún otro sentido. Busqué en la
propaganda del programa y no fui capaz de encontrar ninguna promesa que no
fuese cumplida o no pudiera ser cumplida (bajará 3 Kg. en 2 días, o recibirá
misteriosamente un cheque de un millón de lo que sea en su correo en los
próximos tres días). Por lo tanto, la devolución no procede. Es como si compro
El Quijote y no me agrada, razón por la cual le solicito la devolución del
dinero a los herederos de Cervantes. O quien dice El Quijote dice el último
libro de Corín Tellado.
Otro ejemplo. En un porcentaje mínimo, tengo en cada envío
de la revista electrónica NeuroNews personas que presentan una queja por
recibir el correo. Son 1 o 2 por cada 15,000, es decir, casi nada. El asunto es
que es imposible que nosotros le enviemos a un correo electrónico a nadie que
no se haya registrado previamente para recibirlo. Entiendo que se hayan
registrado para recibir gratuitamente el libro PNL para Todos y que luego se
quieran eliminar de la lista de suscripción, pero de eso a quejarse hay un
abismo. Me comentan amistades que muchas veces ni se acuerdan de que se
registraron o de cómo llegaron a mí. No sé, pero quejarse es un claro síntoma
de Saltapatrasitis.
En la vida hay que luchar contra esta enfermedad. Hay que
desarrollar el Saltapalantismo, que es el proceso mediante el cual, un ser
humano da un brinco cuántico hacia su evolución personal.
Todo esto me lleva a pensar que tal vez sea bueno mencionar
brevemente los principios de Neuromanagement y Neurosoft y, por ende, de
Francisco Cáceres Senn para que si no le es posible compartirlos, utilice el
vínculo que se encuentra al final de este mensaje para eliminarse de nuestra
lista de distribución de correos electrónicos.
Nuestros (mis) principios de vida.
Principio 1. El mundo es un reflejo de nuestro pensamiento.
Nuestras experiencias de vida son un reflejo de nuestros procesos mentales, por
lo tanto, al cambiar nuestros procesos mentales podemos cambiar nuestras
experiencias de vida, en todos los ámbitos personales.
Principio 2. Influimos en nuestro entorno, en nuestro
futuro, en nuestro presente, en nuestras experiencias de vida. Tal vez no en su
totalidad, pero sí suficientemente para ser llamados amos de nuestro destino. Y
lo hacemos más allá de las circunstancias.
Principio 3. Todo lo que nos sucede, nos sucede por algo y
puede servirnos. Por lo tanto, no vale la pena quejarse. Nadie tiene la culpa
de lo que sea que yo vivo.
Principio 4. Fuimos creados para la grandeza, no para la
mediocridad. Muchos hemos sido condicionados para la mediocridad, pero podemos
cambiar este condicionamiento. Podemos estudiar cómo cambiar el mundo en que vivimos
y convertirlo realmente en uno en el que queremos vivir.
Principio 5. La vida es fundamentalmente maravillosa y es mi
responsabilidad experimentarla en todo su esplendor. No necesito de nadie para
que la haga mejor para mí. Si alguien me promete mejorar mi vida, me está
mintiendo.
No he llegado a estos principios porque tuve una revelación,
sino porque los he estudiado y porque personas que admiro los profesan como
dogma de vida. Están expresados en libros, en cursos, en frases. En mi
concepto, la vida misma te grita cada uno de estos principios a cada paso que
das.
En este proceso he asistido a curso infames, en mi opinión.
He leído libros que en sí mismos podrían ser considerados como crimen de lesa
humanidad. Y todo ello me ha traído a donde estoy que es el mejor lugar en el
mundo en el que podría estar. Y ¿sabe por qué estoy en el mejor lugar en el
mundo en el que podría estar? Porque estoy, y pensar que existe un lugar mejor
que este o desear estar en otro es demente, como diría Eckhart Tolle.
Y si está leyendo estas palabras es porque las necesita
leer. Créame, va por buen camino. No sea un Saltapatrás.
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