jueves, 23 de julio de 2015

Saltapatrás

Recuerdo hace ya años, haber visto el mural en el que Miguel Cabrera en 1763 describiese el orden de castas de la sociedad española en América. En dicho mural aparecen los nombres que se les daba a las personas en función de las mezclas étnicas efectuadas. En esta sociedad de castas se usaban nombres como Mestizo, Criollo, Mulato, etc., en un intento por establecer distinciones y superioridades entre unos y otros seres humanos.

Desde luego, hace quinientos años, al igual que hoy en día, la mayoría de las personas no alcanzaban a distinguirse entre sí más allá de la superficie, es decir, no percibían nuestro ser interior. No eran capaces de reconocer ese mundo de esencia y espiritualidad en el que todos somos maravillosa y divinamente iguales, a pesar de nuestra individualidad manifiesta.

Pero volviendo al mural y a las castas hubo una que me llamó la atención y me hizo gracia. Había un
nivel, una categoría llamada Saltapatrás. Sin meterme a entrar en definiciones, lo que el nombre quería decir, palabras más, palabras menos, era que si ya habías alcanzado un determinado estatus, ¿cómo se te ocurre cruzarte con alguien inferior? Eso es ir para atrás.

Las sociedades de castas ya no existen en la actualidad, al menos no como un hecho aceptado de manera abierta y descarada, aunque seguimos viviendo en la desigualdad y en la discriminación. Lo que sí existe es el Saltapatrasismo, una experiencia a veces sutil, otras no tanto, que persiste en la vida de muchas personas y que es avanzar en la vida y, de repente, sin previo aviso, regresarse varios niveles de evolución.

No todo es Saltapatrasitis, una enfermedad infecciosa y contagiosa que acompaña movimientos de retroceso personal cargados de altas dosis de lógica manipulativa. Hay que aprender a distinguir el Saltapatrasismo de los reveses naturales de la vida. Pongo un ejemplo.

Una quiebra no es necesariamente Saltapatrasismo, si es que el quebrado, el que lo ha perdido todo, mantiene sus principios de prosperidad y, eventualmente, recupera lo perdido y más.

¿Qué sí podría ser Saltapatrasismo? Pongo un par de ejemplos. Un cliente que acababa de comprar el programa 4MD para reprogramación mental en relación a la prosperidad, me escribe hace algunos días y me comenta que tenía años siguiéndome, pero que el programa se le hacía inverosímil, infantil y decepcionante. En base a estas razones me solicitaba la devolución de su dinero. Si este buen hombre no cree que el 4MD puede reprogramarle, en realidad no me habla del programa, me habla de sus creencias personales acerca de sus posibilidades de generar prosperidad. No es que no crea en el programa, es que no cree en sí mismo o en la posibilidad de cambiar su fortuna.

El programa en cuestión no tenía un solo defecto de fabricación ni estaba defectuoso en ningún otro sentido. Busqué en la propaganda del programa y no fui capaz de encontrar ninguna promesa que no fuese cumplida o no pudiera ser cumplida (bajará 3 Kg. en 2 días, o recibirá misteriosamente un cheque de un millón de lo que sea en su correo en los próximos tres días). Por lo tanto, la devolución no procede. Es como si compro El Quijote y no me agrada, razón por la cual le solicito la devolución del dinero a los herederos de Cervantes. O quien dice El Quijote dice el último libro de Corín Tellado.

Otro ejemplo. En un porcentaje mínimo, tengo en cada envío de la revista electrónica NeuroNews personas que presentan una queja por recibir el correo. Son 1 o 2 por cada 15,000, es decir, casi nada. El asunto es que es imposible que nosotros le enviemos a un correo electrónico a nadie que no se haya registrado previamente para recibirlo. Entiendo que se hayan registrado para recibir gratuitamente el libro PNL para Todos y que luego se quieran eliminar de la lista de suscripción, pero de eso a quejarse hay un abismo. Me comentan amistades que muchas veces ni se acuerdan de que se registraron o de cómo llegaron a mí. No sé, pero quejarse es un claro síntoma de Saltapatrasitis.

En la vida hay que luchar contra esta enfermedad. Hay que desarrollar el Saltapalantismo, que es el proceso mediante el cual, un ser humano da un brinco cuántico hacia su evolución personal.

Todo esto me lleva a pensar que tal vez sea bueno mencionar brevemente los principios de Neuromanagement y Neurosoft y, por ende, de Francisco Cáceres Senn para que si no le es posible compartirlos, utilice el vínculo que se encuentra al final de este mensaje para eliminarse de nuestra lista de distribución de correos electrónicos.

Nuestros (mis) principios de vida.

Principio 1. El mundo es un reflejo de nuestro pensamiento. Nuestras experiencias de vida son un reflejo de nuestros procesos mentales, por lo tanto, al cambiar nuestros procesos mentales podemos cambiar nuestras experiencias de vida, en todos los ámbitos personales.

Principio 2. Influimos en nuestro entorno, en nuestro futuro, en nuestro presente, en nuestras experiencias de vida. Tal vez no en su totalidad, pero sí suficientemente para ser llamados amos de nuestro destino. Y lo hacemos más allá de las circunstancias.

Principio 3. Todo lo que nos sucede, nos sucede por algo y puede servirnos. Por lo tanto, no vale la pena quejarse. Nadie tiene la culpa de lo que sea que yo vivo.

Principio 4. Fuimos creados para la grandeza, no para la mediocridad. Muchos hemos sido condicionados para la mediocridad, pero podemos cambiar este condicionamiento. Podemos estudiar cómo cambiar el mundo en que vivimos y convertirlo realmente en uno en el que queremos vivir.

Principio 5. La vida es fundamentalmente maravillosa y es mi responsabilidad experimentarla en todo su esplendor. No necesito de nadie para que la haga mejor para mí. Si alguien me promete mejorar mi vida, me está mintiendo.

No he llegado a estos principios porque tuve una revelación, sino porque los he estudiado y porque personas que admiro los profesan como dogma de vida. Están expresados en libros, en cursos, en frases. En mi concepto, la vida misma te grita cada uno de estos principios a cada paso que das.

En este proceso he asistido a curso infames, en mi opinión. He leído libros que en sí mismos podrían ser considerados como crimen de lesa humanidad. Y todo ello me ha traído a donde estoy que es el mejor lugar en el mundo en el que podría estar. Y ¿sabe por qué estoy en el mejor lugar en el mundo en el que podría estar? Porque estoy, y pensar que existe un lugar mejor que este o desear estar en otro es demente, como diría Eckhart Tolle.


Y si está leyendo estas palabras es porque las necesita leer. Créame, va por buen camino. No sea un Saltapatrás.

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