Esta es una breve historia de
cómo las cosas pasan en las vidas de las personas y de cómo a cualquier persona
le puede pasar lo mismo.
Pero antes, déjeme decirle que esta historia tiene que ver con dos cosas: hacerme las preguntas correctas es la primera; la segunda es seguir mi intuición.
Y todo empezó allá por 1993 cuando yo ya era el Analista Senior de la empresa de consultoría para la que trabajaba, Proudfoot. Mi jefe en aquel entonces, Larry, me llamó para notificarme de un nuevo diagnóstico a realizar en Mérida para el cual yo necesitaba usar cuatro personas de la empresa. Era jueves, si mal no recuerdo.
Sin pensarlo mucho le mencioné cuatro empleados a quienes yo conocía y en quienes yo confiaba plenamente, tanto por su buen trabajo como por su responsabilidad. Me despedí de Larry ya seguro de que me vería con ellos en el aeropuerto el domingo en la noche a la salida del vuelo.
El viernes en la tarde recibí una llamada extraña, por inesperada.
Larry me convocaba de manera inmediata a la oficina el
sábado siguiente en la mañana.Pero antes, déjeme decirle que esta historia tiene que ver con dos cosas: hacerme las preguntas correctas es la primera; la segunda es seguir mi intuición.
Y todo empezó allá por 1993 cuando yo ya era el Analista Senior de la empresa de consultoría para la que trabajaba, Proudfoot. Mi jefe en aquel entonces, Larry, me llamó para notificarme de un nuevo diagnóstico a realizar en Mérida para el cual yo necesitaba usar cuatro personas de la empresa. Era jueves, si mal no recuerdo.
Sin pensarlo mucho le mencioné cuatro empleados a quienes yo conocía y en quienes yo confiaba plenamente, tanto por su buen trabajo como por su responsabilidad. Me despedí de Larry ya seguro de que me vería con ellos en el aeropuerto el domingo en la noche a la salida del vuelo.
El viernes en la tarde recibí una llamada extraña, por inesperada.
Asustado, me dirigí al
aeropuerto a tomar un avión a México. Cuando Larry convocaba no era prudente ni
siquiera preguntar por qué.
“Fucking Paco” fue su amable
saludo, el cual no traduzco por respeto a los menores que puedan estar leyendo esta historia. No pronuncié una sola
palabra.
“Las cuatro personas que me
habías dicho- continuó- vinieron ayer a renunciar al trabajo antes que irse a
tu diagnóstico”. En estos instantes yo
todavía no hago preguntas correctas, sólo vienen insultos a mi cabeza y
preguntas muy malas, tales como “¿Qué clase de idiotas son estos tipos que me
hacen esto a mí?”.
Larry
continuó con su interrogatorio amistoso: “What the fuck is wrong with you? De nuevo,
no traduciré sus palabras.
Para abreviar terminaré contando que la cosa no terminó muy
bien. Esas cuatro personas eran unos buenos trabajadores, hábiles,
inteligentes, comprometidos y experimentados. Larry tuvo que despedir a tres de
ellos (el cuarto aceptó finalmente ir conmigo) porque, según me explicó Larry
años después, no iba a permitir que nadie le pusiera condiciones para ir o no a
una asignación.
Sin embargo, no todo quedó así de sencillo. Yo fui amenazado
de despido si no modificaba mi conducta hacia los demás, si no aumentaba algo
mi popularidad de manera inmediata.
Salí corriendo a comprar un libro que ya había visto
anteriormente pero había despreciado por absurdo: Cómo ganar amigos e influir
sobre las personas, de Dale Carnegie.
Lo leí, bueno, lo devoré en una tarde. Me impactó por tal
cantidad de sentido común expresada en un libro de hacía varias decenas de
años. Y aquí empieza mi intuición. El libro me llevó a un curso de Carnegie
(bueno, de los que lo representaban pues Dale ya estaba muerto) y del curso
llegué a una conferencia en la que un extraordinario expositor mencionó el
libro de Anthonny Robbins “Despertando al Gigante Interior”, mismo que tenía ya
tres años en mi estantería sin haber sido leído, casi casi en el olvido.
Esta historia no es acerca de cómo llevarse bien o influir
en las personas, es acerca de ser o no capaces de modificar nuestra experiencia
de vida. Hasta este momento yo pensaba sin asomo de duda que nuestra vida es la
que es y no hay nada que podamos hacer para cambiarla, más bien la sufrimos y
el resto es cuestión de suerte.
Y la lectura del libro en cuestión cambió mis ideas, primero
sutilmente y luego profundamente. Las extraordinarias vivencias que experimenté
en los sucesivos años me convencerían de que nosotros somos capaces de alterar
nuestra vida. Y aquí empiezan las buenas preguntas.
La primera es obvia. “¿Cómo podemos modificar nuestras
experiencias de vida?”, surgió en mi mente como relámpago. Es una buena
pregunta, en contraste con las típicas preguntas del sufridor tradicional “¿Por
qué me pasan a mí estas cosas?” o “¿Yo qué mal he hecho para merecer esto?” o
“¿Por qué siempre a mí?”.
Luego me dije “Si existe una forma de aprender a diseñar la
vida que deseo vivir, ¿no debería de estar aprendiéndola?”. Bueno, la respuesta
evidente para mi fue “SÍ”. Por eso estudié y estudio Programación
Neurolingüística.
Oíste que fue dicho "Árbol que nace torcido, nunca se endereza". Más yo os digo "Árbol que nace torcido, si se poda, sus ramas reverdece".
ResponderEliminarAsí que la PNL reverdece o educa, también podríamos decir que nos endereza. darosfer@gmail.com